De la misma forma que algunos tienen la necesidad de un dios para amarle yo la tengo de un dios al que matar.
Querida señora:
Llevo intentando enviarle este mensaje desde hace meses pero cada vez que me atrevo a enviarlo una locura se apodera de mi y me obliga a destrozar mensaje y medio. He escrito estas lineas ya más de veinte veces y cada vez que las pienso me suenan distintas. Palabras que suenan más fuertes o más debiles. Tonos más agresivos o más pusilánimes. El ritmo de la carta cambia como si de una canción nueva se tratase. ¿Estaré condenado a repetir esto hasta que haya reproducido cada canción existente? ¿Me saldrán callos de escribir de esta forma nerviosa, rasgando el papel y enrojeciendo mis huellas dactilares con las sangre que bombea?
Calmo la tormenta de ideas que escribiría si fuese dios. Con mi omnipotencia crearía arte incomprendido por generaciones. Me adelantaría a mi tiempo tantos años como los que quedan para el juicio final. Sería un dios, un proactivo suicida. Me reiria de los inmortales y de los que mueren también. Tocaría sonatas en los sueños de los artistas que jamás soñarían para luego aplastar su entendimiento y confundir sus sentidos. Me divertiría mirando los circulos viciosos de la vida del hombre como un niño mira el remolino que forma el agua antes de perderse en las tuberías.
Sueño con todo esto y más. Con las pasiones violentas y la lujuria muerta hace tiempo. Veo a la gente vomitar en un último estertor palabras de remordimiento y constricción. La fe vuelve a ellos como los milagros hacen caminar al muerto y al herido de muerte.
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