martes, 28 de abril de 2009

Crónicas

Alevines se adentran en la maleza sin esperar al tutor encargado y encuentran caminos que surcan la hierba como cicatrices viejas. Los pasos les guian a pequeñas lagunas y grandes charcos donde es notoria la ausencia de cualquier tipo de vida animal.

Descansan a la sombra de la flora en las orillas. Beben en las zonas menos estancadas y se alimentan de los frutos de cocoteros y plataneros.

-Y si se acaban? -pregunta el menos listo pero más rápido.

Pues nos comemos entre nosotros contestan con el rostro cansado el resto.

Vuelven de nuevo al borde de la montaña donde los gritos del joven venteañero suenan cada vez más débiles. Se le ha olvidado ya probablemente que el ese el encargado del grupo de chicos. Que todos ellos se encuentran bajo su responsabilidad.

Los chicos se muestran creativos y discuten acaloradamente el mejor método para que se lea las cartas de despedida recién redactadas. Temen ser demasiado jóvenes y marcharse dejando atrás una vida vacia. Sin haber aportado nada esencialmente propio a la gente que seguirá existiendo. Se sienten como agua estancada a los márgenes de un rio cuya corriente se desplaza hacia delante y olvida rapidamente lo que quedó atrás.

[A continuar, o no]

miércoles, 15 de abril de 2009

Canción de amor a la nada

"La nadería obtrusiva en las fosas nasales agotaría a un hombre con tres pulmones." CoalWorkers of the World

Lo cierto es que si el suelo que pisaba cuando volvía de correr por el parque no daba la impresión de mantenerme en pie era porque mi cuerpo no aguantaba más el ritmo que la acera llevaba.

Los órganos se enganchaban entonces unos a otros y colgados, en su lucha agónica, centraban su esfuerzo en aguantar y aguantar. El pecho se contorsionaba con cada trago de aire pero las sensaciones no llegaba prácticamente a las uñas.

Todo eso no me hacía sentir nada fuera de lo común. La debilidad del hombre no son sus vicios sino sus virtudes y fue la virtud moral del ansia de mejora la que me hizo arrastrar las raídas zapatillas de deporte por arena, cemento y barro. Los vicios creo recordar que trataban mejor a sus tan humanos huéspedes

***

El gozo de la transformación que sentía el gameto primigenio convertido ya en cigoto la experimenta ahora el alma del deportista moderno. Sus pulmones cantan alegres, con un silbido tuberculoso: la melodía del cansancio absoluto. El ritmo lo llevarían las suelas gastadas de las zapatillas: de forte a pianíssimo, un sonido arrastrado que no cesa. La voluntad de quien las lleva es lo que acompaña a la melodía. Acordes desfasados son la naturaleza virtuosa de esta suite barroca en varios actos.